Barbarie y Civilización


 

El espantoso holocausto que se vive en Ruanda, Zaire y Burundi desde 1994 cuando estallara la matanza de etnias entre Hutus y Tutsis ha causado asombro en muchos sectores del mundo, aunque para otros la remota mención del nombre se desdibuje entre las escasas nociones de geografía elemental que acompañaron los años mozos.

A través de los medios de comunicación social nos enteramos de los horribles detalles de la matanza, y aunque los analistas internacionales han hecho lo mejor para hacernos entender las razones del odio entre estas dos etnias hay mucho que no se alcanza a comprender de este macabro escenario, y que la sóla descripción por parte de los medios no alcanza a explicar.

Occidente mira los sucesos del áfrica central como la manifestación más cruel y ejemplar de la barbarie absoluta, con ojos alejados que a lo sumo alcanzan para preparar una inminente intervención militar que coloque una barrera que evite que las dos etnias continúen matándose. Pero lo que parecemos olvidar es que ese odio que ahora se manifiesta entre pueblos hermanos tiene su origen en el colonialismo belga, que fué occidente a través de Bélgica quien sembró la semilla de la discordia entre Hutus y Tutsis durante el período colonial.

Al transcurrir el tiempo y al irse deteriorando las condiciones de vida en áfrica los odios surgieron con su carga de muerte, el brazo que mantenía unidas y en equilibrio las fuerzas de este odio se ha ido y entonces la muerte comenzó a ocupar el lugar del hombre. Luego lo equiparamos con la barbarie, si lo que vemos en áfrica no es sino un reflejo de los conflictos silenciosos que llevan los europeos.

La historia escrita de Europa es mucho mayor que la de América, pero ello no impidió que durante los siglos XVI y XVII la colonización de las tierras americanas estuviera marcada por el desafuero y la muerte en sus formas más horrendas, jamás concebidas en estas tierras, aún así se arrogaron el título de civilizadores y constructores de sociedades, cuando ninguna sociedad se puede construir sobre la base de la muerte, aún así desdeñaron al aborigen porque no tenía sus costumbres y usos, y por supuesto sus vicios y perversiones. Aún hoy esa concepción se mantiene y el europeo permanece altivo con el orgullo que el confieren sus siglos de ventaja en historia, olvidando que nos identifica una naturaleza humana común que no respeta ningún tipo de barrera o clasificación, y que con la civilización, exportaron sus depravaciones.

Es otro tanto lo que aconteció durante el período colonial de lo que fue el Congo Belga, la clasificación de los habitantes en ciudadanos de distintas categorías fue lo que constituyó la semilla de estas masacres que ahora deploramos enormemente. Por tanto constituye una injusticia y una falta a la verdad pretender que nada se tiene que hacer con los conflictos del África, Europa tiene responsabilidad en esas muertes en primer término al violar el principio de autodeterminación de los pueblos y en segundo al transmitir a los ajenos a sus costumbres el vicio y la podredumbre que no han podido acallar en sus conciencias.

La causa de las masacres de Ruanda y Burundi no es el odio étnico, éste es sólo un elemento por el que se manifiesta una insatisfacción dentro del hombre, y por tanto una consecuencia de ella. La misma disyuntiva que ha llevado a la civilización al absurdo y al alejamiento de nuestra propia naturaleza es la que se esconde detrás de todos estos cadáveres, siempre hemos estado acostumbrados a mirar causas pequeñas que no explican los grandes problemas, ello nos permite evadir nuestra responsabilidad en los acontecimientos que nos son desagradables.

La frontera de Zaire con Ruanda es hoy el lugar en el que se elevan las humaredas de los fuegos encendidos para abrigar a ese millón de refugiados, dejando atrás su estela de muerte y miseria. Pero en esas cenizas han ardido también los sueños de justicia de una nación que está siendo relegada de la historia y los discursos grandilocuentes sobre la humanidad, la civilización europea y su modelo mental es lo que se ha consumido en las llamas.

Ruanda debe ser una lección para que busquemos dentro del ciudadano que hemos construido, esta matanza es un ejemplo del animal que llevamos dentro y que ha mostrado sus fauces, el lamento y el asombro no podrán devolver la vida, la humanidad ciega no puede limitar su participación al envío de tropas que detengan la muerte inmediata. Se ha escindido nuestra humanidad, a nuestro alrededor, se nos están desmoronando los modelos de pensamiento que alguna vez fueron trinchera de batalla, y siento que los pensamientos se nos están acabando y no comenzamos la reivindicación del ser humano que tanto necesitamos, a la larga la muerte en Zaire y Ruanda nos toca porque en definitiva esas muertes no han servido para alcanzar la justicia y la paz.

 

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